Proferir
palabra, por
el medio y forma que sea, es un riesgo y una traición para uno que se reconoce
“en el borde de la realidad”.
Asumo riesgo y traición como condición necesaria, pero también
como virtud, para poder dirigirme a ustedes. Ustedes y yo seremos en
adelante y siempre un matrimonio de acuerdos y desacuerdos mutuos – ya lo verán
-.
He
creado este blog (https://enelelqui.blogspot.com/) con la intención de que sea
una “zona de fenómenos no identificados”. Esto es otra metáfora más -
como lo es “el borde de la realidad” - del estado de realidad-irrealidad donde
me encuentro existiendo. Insistiré en que cada palabra mía es conciente,
intencionada y necesariamente una metáfora – es decir, un quid pro quo -, y en
concordancia con esta premisa y salvedad solicito sean acogidos en adelante –
aunque también hacia atrás -, desde mis balbuceos absurdos e incomprensibles,
hasta mis más claros e impecables silogismos.
¿Qué son los Fenómenos No
Identificados (FNI)?
Este
término y concepto que acabo de inventar pretende ser el rótulo temporal de
una teoría innovadora y estimulante para el debate, que se adentra de una forma
original en la inconmensurable zona gris y oscura que rodea a nuestra realidad
tradicional (esto es, el sentido y experiencia fuertes de realidad),
en un degradé continuo, sin una frontera definida, hasta la experiencia
y el sentido mismos de irrealidad. A esta experiencia humana totalizadora y suprema
de existencia, la he concebido y nombrado como realidad-irrealidad,
es decir, LO TODO.
Sin
embargo, dado que el entender, y luego el aceptar (o no) mi teoría y experiencia
de realidad-irrealidad no está al
alcance de la mayoría de las personas, me avengo a abordar (temporal e
inicialmente) estos temas desde una conceptualización y perspectiva
tradicionales y establecidas, para su mejor comprensión. De ahí que he usado el
rótulo “fenómenos no identificados”, pues ello lo entenderá de inmediato un
público de la más variada condición. Si lo pusiera en palabras coloquiales,
diría que se trata de todas aquellas cosas que NO son avaladas o aceptadas (como reales o verdaderas) por
el conocimiento científico, por la experiencia común y corriente, por la
conciencia de vigilia (o juicio de realidad), por una mente “sana”
(sicológicamente), por autoridades validadas, por paradigmas de realidad
preestablecidos, por creencias, etc.… Como se puede ver (y más), son muchos los
filtros que se ha creado la Humanidad para establecer qué es “irreal” (falso,
imposible, desconocido, etc.), y qué es “real” (verdadero, posible, conocido, etc.),
pero también sin percatarse de cuán difícilmente sustentables y compatibles son
unos respectos de otros. Por eso mismo es tan fácil que lo que es real o irreal
para una persona, para otra sea justo lo contrario, o diferente. Un buen
ejemplo de esto son los OVNIS, o, como los ha puesto de moda el Pentágono
(2020), los denominados Fenómenos Aéreos No Identificados (UAP).
Me parece un avance que el oficialismo norteamericano modifique el viejo y
reducido concepto de “objeto volador” (UFO) para abrir ESO a un concepto más amplio e
indeterminado (“fenómeno aéreo”), pero que tampoco excluye fenomenológicamente
(como real fenómeno aéreo) al objeto (aparato) material y tecnológico dirigido
por algún tipo de inteligencia, extraterrestre, o del tipo que sea;
o incluso lo que sea.
Esta
amplificación también es lo que busco con mi concepto de “fenómeno no
identificado”, pero llevado a su máxima amplitud, a su máxima inclusividad,
a su máximo dominio posibles - ¡sorprendente y difícil tarea! -. Primero, el
término fenómeno me parece adecuado, pues significa (nominalmente) que
el hecho en cuestión no es propiamente un hecho necesariamente objetivable,
como sí lo es, por ejemplo, la observación del planeta Venus, o de un Boeing
737 en pleno vuelo. Un fenómeno, tal como lo define el diccionario de la
RAE en sus dos primeras acepciones, es: “1. Toda manifestación que se hace
presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción. 2.
Cosa extraordinaria y sorprendente.”
Sin embargo, debe entenderse el fenómeno como “objeto de percepción”, no
sólo en cuanto evento natural perceptible a través de los sentidos, sino
también como toda experiencia de autoconsciencia y consciencia de los estados y
eventos de la propia mente (autopercepción). ¿Cómo podrían no ser un fenómeno,
por ejemplo, mis sentimientos, o mis recuerdos, o mis sueños? … De esta manera,
cualquier contenido de la conciencia es un fenómeno, incluso aunque sólo exista como
objeto mental, sin correlato en el plano físico perceptible. Este ámbito del
concepto de fenómeno – como veremos - va a ser clave para la propuesta
original e innovadora de mi tesis.
De
otra parte, especialmente interesante y relevante para mi propuesta me parece
la segunda acepción del término. Y es que, toda vez que un fenómeno se nos presenta
como “no identificado”, natural y especialmente lo experimentamos como “cosa
extraordinaria y sorprendente”… Más aún, en general, la connotación síquica y
mental del término fenómeno es más potente y determinante, que su
connotación física y sensorial (hecho). Éste es otro ámbito conceptual y
temático de gran importancia para mi tesis, ya que sostengo que siempre un hecho
o cosa es más fenómeno
que hecho o cosa, lo cual posee insospechadas y aún inexploradas
consecuencias para el ser humano y para su experiencia y concepto de realidad.
Así
pues, sin avanzar por ahora en un análisis más amplio y analítico de este
linajudo concepto de fenómeno, concentrémonos en su relación y sentido
con lo “no identificado”. Sin duda, el concepto de fenómeno no identificado
puede entenderse de muchas maneras. Intentaré resumir aquí, a manera de introducción,
qué es lo que propongo entender por ello. Dado que ya estipulé que iniciaré mi
periplo exploratorio utilizando como punto de partida un paradigma cercano a la
mayoría de mis eventuales lectores, entiendo por ahora lo “identificado”, como
aquello que los poderes dominantes de nuestro conocimiento actual, es decir,
las Ciencias y los agentes sociales de poder fáctico – político, económico, mediático,
armado, etc. – validan y utilizan como debida y correctamente identificado,
junto con todo su campo semántico concomitante, hasta su pretendido contrario:
lo no identificado (o lo inidentificable), y todo su campo
semántico asociado. Identificado, por ejemplo, resulta ser, en biología,
las células nerviosas del cerebro humano; o, los compuestos químicos de una
gota de agua de mar; o, la conducta social de un colectivo determinado… No
identificado para este paradigma, por ejemplo, son ciertos artefactos
voladores comúnmente denominados ovnis; lo mismo que pueden ser no
identificados algunos eventos luminosos en la atmósfera o en el aire; o bien,
un nuevo virus... Pero – recordemos -, dependiendo del paradigma desde donde se
experimenta y procesa cognitivamente lo que es identificado o no
identificado, como por ejemplo para un paradigma científico, para otro
paradigma, como por ejemplo un paradigma religioso, o espiritualista, o
cultural, o simplemente en su realización en un individuo particular, puede ser
hasta completamente diferente.
Hasta
hace unos pocos años el concepto de “no identificado” resonaba
ampliamente en el ideario popular mundial asociado al fenómeno de los ovnis.
Aunque esto está cambiando – hablaremos de ello en futuros artículos -, queremos
conservar temporalmente esta asociación y su carácter ejemplar. Más aún, es
precisa y sobresalientemente el fenómeno de los ovnis y sus tripulantes
alienígenas lo que ha llevado a derivar el fenómeno y su comprensión desde
hipótesis iniciales principalmente extraterrestres (HET),
a una complejidad y heterogeneidad crecientes, que en los últimos años ha
desembocado en teorías abiertas, integradoras y totalizadoras bien documentadas
y plausibles, las cuales plantean la unificación fenomenológica,
psicológica y ontológica – con algún tipo de naturaleza común y universal - de todo fenómeno no identificado
para el paradigma científico y el sentido común natural humano, como un
criterio marco mucho más verosímil, promisorio y justificable, que cualquier
otro previo. Es decir, tras
el fenómeno de los ovnis y de los alienígenas, en realidad hay una zona de
realidad en la que coincide tal vez una causa o factor común, o una Entidad común,
o un fenómeno unificado respecto de todos los fenómenos no identificados (es
decir, inexplicables, anómalos, increíbles, fantasiosos, legendarios, místicos,
forteanos, parapsicológicos, religiosos, ocultistas, mágicos, monstruosos, intuitivos,
demoníacos, angélicos, espiritistas, históricos, fabulosos, sicológicos, etc.,
etc., etc.) para el paradigma tradicional de todas las culturas, incluso hasta para
nuestra condición antropológica y natural. Dicho así, lamentablemente todo esto
debe resultar casi incomprensible para cualquier persona. Sin embargo, ésta no
es una teoría o planteamiento de mi invención – aunque pretendo introducirle
importantes modificaciones innovadoras -, ya que se ha venido gestando progresiva
y explícitamente desde hace más de un siglo, principalmente desde las áreas de
la teosofía, del misticismo, del espiritualismo universal, de la investigación
de algunos particulares en diferentes áreas, y del contactismo telepático y
mediúmnico... De entre todas ellas, quiero destacar una teoría reciente que
sostiene con notable síntesis y gran inteligencia una propuesta similar
unificada y totalizadora de la fenomenología “ovni”, y de los fenómenos asociados
que desafían nuestros más variados y “sólidos” conceptos de realidad e
irrealidad. A saber, la Teoría de la Distorsión, de José Antonio
Caravaca.
La exposición y desarrollo de su teoría está ampliamente elaborada y accesible
en los medios que he citado en la nota anterior, de modo que recomiendo la
lectura directa en sus fuentes, lo cual me excusa de exponerla yo, y aquí,
menos fiel y sin sistematicidad. Volveremos con frecuencia a citar a este sobresaliente
autor y referente tanto de la temática ufológica en particular y actual, como,
en general, referente para la presentación de mi propia teoría, y para la exposición
de mi experiencia personal con estos fenómenos no
identificados (FNI).
Creo
que con esto, lector, ya tienes bastante para digerir, de manera que acabo abruptamente
aquí, y continuaré con estos temas en un próximo post…